La mesa no es solo mobiliario. Podríamos decir que todos contamos con una idea muy vaga de la mesa, ya que a medida que han pasado los años, este elemento se ha convertido en algo funcional, en vez de algo simbólico. Gracias a la evolución de la sociedad materialista y de consumo, la mesa ha perdido su valor. O al menos, nos hemos olvidado de él. La mesa misma es arquitectura.
Desde su capacidad de ser habitada, hasta la volatilidad de las interacciones que genera, y la historia que carga consigo. La mesa puede ser una casa, una cueva, una tarima, un mundo, un altercado, un recuerdo o la reunión de todos estos, en todas partes de la mesa y al mismo tiempo. La mesa, más allá del objeto con 4 patas, es un espacio que puede ser intangible, o que puede revelar secretos, sesgos, verdades y también a nosotros mismos, ante nuestra propia existencia y la de los demás.